terça-feira, 28 de julho de 2009


Contra o paradigma do esquecimento...

A Biblioteca Ayacucho, do governo bolivariano da Venezuela, publicou (inclusive em edição digital) El dolor paraguayo, de Rafael Barret. Enquanto lia o livro, recebi o convite para o lançamento de Soledad no Recife (Boitempo, 2009), da autoria de Urariano Mota. Soledad Barret Viedma, asassinada barbaramente por agentes da ditadura brasileira, depois de entregue à matilha do delegado Sérgio Paranhos Fleury pelo próprio marido, o cabo Anselmo, era neta de Rafael Barret. Barret (1876-1910) foi um notável escritor de origem espanhola,que viveu no Paraguai. Admirado por autores tão importantes como Augusto Roa Bastos ou Jorge Luís Borges, é do autor de Yo, el supremo o longo pefácio ao seu El dolor paraguayo. O livro de Urariano Mota é mais um passo na luta contra o que denomino o paradigma do esquecimento, mal que grassa com especial vigor em nossas paragens...
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segunda-feira, 27 de julho de 2009

Los siete locos

Las opiniones del Rufián Melancólico

Roberto Arlt

(...) "Caminaban junto a los bardales, y en el dulce atardecer las palabras del macró abrían un paréntesis de extrañeza en Erdosain. Comprendía que se encontraba junto a una vida substancialmente distinta a la suya. Entonces, le preguntó: ­
¿Y cómo se inició usted en la "vida"? ­
En ese tiempo era joven. Tenía veintitres años y una cátedra de matemáticas. Porque yo soy profesor ­añadió orgullosamente Haffner­, profesor de matemáticas. Con mi cátedra iba viviendo, cuando en un prostíbulo de la calle Rincón encontré una noche a una francesita que me gustó. Hace de esto diez años. Precisamente en esos días había recibido una herencia de cinco mil pesos de un pariente. Lucienne me agradó, y le ofrecí que vinera a vivir conmigo. Tenía un cafishio, el Marsellés, un gigante brutal, a quien veía de vez en cuando. No sé si por la labia, o porque era lindo, el caso es que la mujer se enamoró, y una noche de tormenta, la saqué de la casa. Fue eso una novela. Nos fuimos a las sierras de Córdoba, después a Mar del Plata, y cuando los cinco mil pesos se terminaron, le dije: "Buenos, adiós idilio. Se terminó." Entonces ella me dijo: "No, mi querido, nosotros no nos separaremos más."
Ahora iban bajo las bóvedas de verdura, ramas entrelazadas y ábsides de tallos. ­
Yo estaba celoso. ¿Sabe usted lo que es estar celoso de una mujer que se acuesta con todos? ¿Y sabe usted la emoción del primer almuerzo que paga ella con la plata del mishé? ¿Se imagina la felicidad de comer con los tenedores cruzados, mientras el mozo los mira a usted y a ella sabiendo quiénes son? ¿Y el placer de salir a la calle con ella prendida de un brazo mientras los tiras lo relojean? ¿Y ver que ella, que se acuesta con tantos hombres, lo prefiere a usted, únicamente a usted? Eso es muy lindo, amigo, cuando se hace la carrera. Y ella es la que se preocupa de que usted consiga otra mujer para que la explote, ella es la que la trae a su casa diciendo: "vamos a ser cuñadas", ella es la que varea a la primeriza para que levante únicamente viajes para usted, y cuanto más tímido y vergonzoso es usted, más goza ella en destruir sus escrúpulos, en hundirlo en su basura, y de pronto... cuando menos se acuerda se encuentra enterrado hasta los pelos en el barro... y entonces hay que bailar. Y mientras la mujer está metida hay que aprovechar, porque un día le da una viaraza, enloquece por otro, y con la misma inconsciencia con que lo siguió a usted se sacrifica de nuevo. Me dirá usted: ¿para qué necesita una mujer un hombre? Más, desde ya le diré: Ningún dueño de prostíbulo va a tratar con una mujer. Con quien trata es con su "marlu". El cafishio le da a una mujer tranquilidad para ejercer su vida. Los tiras no la molestan. Si cae presa, él la saca; si está enferma, él la lleva a un sanatorio y la hace cuidar, y le evita líos y mil cosas fantásticas. Vea, mujer que en el ambiente trabaja por su cuenta termina siendo siempre víctima de un asalto, una estafa o un atropello bárbaro. En cambio, mujer que tiene un hombre trabaja tranquila, sosegada, nadie se mete con ella y todos la respetan. Y ya que ella, por un motivo o por otro, eligió su vida, es lógico que por su dinero pueda darse la felicidad que necesita.
Claro, para usted todo esto es nuevo, pero ya se va a ir haciendo. Y si no, dígame: ¿cómo explicar que haya fioca que tenga hasta siete mujeres? El tano Repollo llegó en sus buenos tiempos a tener once mujeres. El gallego Julio, ocho. No hay francés casi que no tenga tres mujeres. Y ellas se conocen, y no sólo se conocen, si no que saben vivir juntas y rivalizan en quién le da más, porque es un orgullo ser la preferida de un hombre que los sosiega a los pesquisa más prepotentes de una sola mirada. Y pobrecitas, son tan locas, que uno no sabe si compadecerlas o romperles la cabeza de un palo.
Erdosain se sentía anonadado por el desprecio formidable que ese hombre revelaba hacia las mujeres. Y recordaba que en otra oportunidad el Astrólogo le había dicho: "El Rufián Melancólico es un tipo que al ver una mujer lo primero que piensa es esto: Ésta, en la calle, rendiría diez o veinte pesos. Nada más."
Y ahora sintió Erdosain que el hombre le repugnaba. Para cambiar de conversación, dijo: ­ Dígame... ¿Usted cree en el éxito de la empresa del Astrólogo? ­
No. ­
¿Y él sabe que usted no cree? ­
Sí. ­
¿Y por qué usted lo acompaña? ­
Yo lo acompaño relativamente, y de aburrido que estoy. Ya que la vida no tiene ningún sentido, es igual seguir cualquier corriente. ­
¿Para usted la vida no tiene ningún sentido? ­
Absolutamente ninguno. He organizado toda mi vida como la de un industrial. Todos los días me acuesto a las doce y me levanto a las nueve de la mañana. Hago una hora de ejercicio, me baño, leo los diarios, almuerzo, duermo una siesta, a las seis tomo el vermut y voy a lo del peluquero, a las ocho ceno, después salgo al café, y dentro de dos años, cuando tenga doscientos mil pesos, me retiraré del oficio para vivir definitivamente de mis rentas. ­
Y en realidad, ¿cuál va a ser su intervención en la sociedad del Astrólogo? ­
Si el Astrólogo consigue dinero, guiarlo en la junta de mujeres y en la instalación del prostíbulo. Pero usted, en su interior, ¿qué piensa del Astrólogo? ­
Que es un maniático que puede o no tener éxito. ­
Pero sus ideas... ­
Algunas son embrolladas, otras claras, y francamente, no sé hasta donde quiere apuntar ese hombre. Unas veces usted cree estar oyendo a un reaccionario, otras a un rojo, y, a decir verdad, me parece que ni él mismo sabe lo que quiere. ­
¿Y si tuviera éxito...? ­
Entonces ni Dios sabe lo que puede ocurrir. ¡Ah!, a propósito, ¿usted le habló de cultivos de bacilos del cólera asiático? ­
Sí... sería un magnífico medio de combate contra el ejército. Desparramar un cultivo en cada cuartel. ¿Se da cuenta? Simultáneamente, treinta o cuarenta hombres pueden destruir el ejército y dejar que las masas proletarias hagan la revolución... ­
El Astrólogo lo admira mucho a usted. Siempre me ha hablado de usted como de un individuo que tiene grandes posibilidades de éxito.
Erdosain sonrió halagado. ­
Sí, algo estudia uno para destruir esta sociedad.
Pero volviendo a lo de antes: lo que yo no concibo es su posición respecto a nosotros...
Haffner se volvió rápidamente, midió de una mirada a Erdosain como extrañado por los términos de éste, y luego, sonriendo burlonamente, agregó: ­
Yo no estoy en ninguna posición. Entiéndame bien. A mí no me perjudica ayudar al Astrólogo. Lo demás, sus teorías, las tomo como a cuenta de conversación. Él es para mí un amigo que piensa instalar un negocio, previsto y tolerado por nuestras leyes. Eso es todo. Ahora, que el dinero que él gane con ese negocio lo invierta en una sociedad secreta o en un convento de monjas, personalmente no me interesa. Ya ve usted que mi actuación en la famosa sociedad no puede ser más inocente. ­
¿Y a usted le resulta lógico pensar que una sociedad revolucionaria se base en la explotación del vicio de la mujer?
El Rufián frunció los labios. Luego, mirando de reojo a Erdosain, se explicó: ­
Lo que usted dice no tiene sentido. La sociedad actual se basa en la explotación del hombre, de la mujer, y del niño. Vaya, si quiere tener consciencia de los que es la explotación capitalista, vaya a las fundiciones de hierro de Avellaneda, a los frigoríficos y a las fábricas de vidrio, manufactura de fósforos y tabaco. ­Reía desagradablemente al decir estas cosas­. Nosotros, los hombres del ambiente, tenemos una o dos mujeres; ellos, los industriales, a una multitud de seres humanos. ¿Cómo hay que llamarles a esos hombres? ¿Y quién es más desalmado, el dueño de un prostíbulo o la sociedad de accionistas de una empresa? Y sin ir más lejos, ¿no le exigían a usted que fuera honrado con un sueldo de cien pesos y llevando diez mil en la cartera? ­
Tiene razón... pero entonces, ¿por qué me facilitó el dinero? ­
Eso es harina de otro costal. ­
Pero a mí me preocupa. ­
Bueno, hasta la vista.
Y antes de que Erdosain pudiera contestarle, el Rufián tomó por una diagonal arbolada. Andaba apresuradamente. Erdosain le miró un instante, luego echó a caminar tras él, y le alcanzó junto a una esquina. Haffner se volvió irritado, y ya estridente exclamó: ­
¿Se puede saber qué es lo que quiere usted de mí? ­
¿Lo que quiero?... Quiero decirle esto: Que no le agradezco absolutamente nada del dinero que me ha dado. ¿Sabe? ¿Quiere el cheque? Aquí lo tiene.
Y, efectivamente, se lo alcanzaba, pero el Rufián lo examinó esta vez despreciativamente: ­
No sea ridículo, ¿quiere? Vaya y pague.
Los alambrados ondularon ante los ojos de Erdosain. Sufría visiblemente, porque palideció hasta quedar amarillo. Se apoyó en un poste, creía que iba a vomitar. Haffner, detenido frente a él, le preguntó condescendiente: ­
¿Se le pasa el mareo? ­
Sí... un poco... ­
Usted está mal... tiene que hacerse ver... (...)
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sábado, 25 de julho de 2009


Tenham medo dos contos de Luiz Arraes

Everardo Norões

Luiz Arraes é um escritor pernambucano que conseguiu se desvencilhar do demônio do regionalismo. Sem despedir-se de nosso universo diário – pois é dele que desenraíza a matéria-prima de seus contos –, sua narrativa pode mover-se em qualquer espaço onde houver uma fresta para a travessia da luz. Luz que tem o vigor e a precisão de um laser, pois corta como bisturi e escolhe o lugar certo da ferida.
Ele também se livrou da influência de mestres, cuja obra, a cada passo e a cada estação, costuma arrebanhar discípulos entre os escritores mais jovens. Sua admiração por Augusto Monterosso, o contista guatemalteco, nada tem a ver com o tamanho de seus contos, nem com a estratégia de sua narrativa. Nos contos que escreve, Luiz Arraes adota dois elementos que o circunscrevem no rol dos contistas mais modernos: a brevidade de uma leitura que não expurga a forma e “aquela intensidade como acontecimento puro”, de que trata Julio Cortázar no ensaio sobre Poe. Uma intensidade em que cada palavra deve concorrer, segundo o escritor argentino, para fazer do conto “uma verdadeira máquina literária de criar interesse”.
Ao desviar-se daquelas limitações – a infecção regionalista e o estigma de algum antecessor –, Luiz Arraes não receou desbrenhar o caminho solitário da criação e soube permanecer arredio a essa espécie de mímesis tão pouco aristotélica.
Qual a chave do enigma? A decifração pode estar contida numa das frases do conto O tudo e o nada, publicado no livro O remetente (7Letras: Rio de Janeiro, 2003): “Eu, vocês notaram, não tenho medo das grandes palavras nem de lugar-comum”.
Pouco importa se o narrador é, ou não, o alter ego do autor. A linguagem objetiva, quase coloquial, não carece de floreios. As grandes palavras residem, primeiro, nas epígrafes, recorrentes em muitos de seus contos e saídas da pena do filósofo alemão Friedrich Nietzsche ou do escritor anglo-indiano Salman Rushdie, de um dito popular ou do filósofo brasileiro Gustavo Corção. Pouco importa. A grande palavra que serve de mote conduz à tessitura da fábula, à ilustração do preceito. No final de um texto em que o coloquial predomina, o leitor é duplamente surpreendido: tanto pela chave que fecha as portas da narrativa como pelo arremate sentencioso, que se nos afigura como uma frase de Montaigne ou o fecho de uma fábula. Porém, fábula que rompe com todos os cânones. Primeiro, a concepção aristotélica de nela só admitir os animais. Em seguida, a de La Fontaine, que as escrevia para “agradar e instruir”. Talvez seja melhor falar de apólogo, que pode ser definido como uma narrativa curta susceptível de ilustrar uma verdade moral.
Ocorre que nos contos de Luiz Arraes há uma subversão que nos dificulta defini-los de acordo com os preceitos de praxe. A “moral” ou a “verdade” que deles irrompe transtorna e incomoda. Revela a feiúra de nosso cotidiano. A feiúra se inscreve na soleira do que se costuma chamar a “modernidade”. “Pois o importante para a arte não é mais mostrar o que é apenas ‘belo’, escreveu Baudelaire – o poeta francês reconhecido como fundador da “modernidade” –, que não conseguia conceber um tipo de Beleza em que não existisse Infelicidade. E no conhecido ensaio A desumanização da arte, de 1924, Ortega y Gasset já observava, com propriedade, que a arte “obriga o bom burguês a sentir-se tal como ele é: bom burguês, ente incapaz de sacramentos artísticos, cego e surdo a toda beleza pura”.
O conto O remetente, que empresta o título ao livro, pode ser lido como uma alegoria sobre a própria condição do autor: o personagem envia cartas anônimas às pessoas de seu conhecimento, com o objetivo de criar situações incômodas, transtornar aqueles para quem a vida é “mais vazio do que plenitude”. Até que desiste do intento e resolve escrever para si mesmo, ao reconhecer que é melhor recebê-las do que se dar ao trabalho de enviá-las.
Os contos de Luiz Arraes são como essas cartas, incômodas, que gritam dentro de nós. Incômodo e emoção, como no conto O sonho da criança pobre: aquela que sonha com a mãe sem roxo na cara, com o pai sem bafo de álcool, com alguém capaz de lhe passar a mão na cabeça. Aquela que, finalmente, apenas aprendeu a sonhar cheirando cola e, desde então, “sonha acordada e, quando dorme, tem pesadelos”.
Tenham medo das narrativas de Luiz Arraes.
Não são amenas como as narrativas edulcoradas, que tratam de algum passado épico, ou de amores bem-sucedidos.
Tenham medo dos contos de Luiz Arraes.
Sobretudo se quiserem esquecer, no aconchego de vossos quartos congelados de um último andar, que existe uma outra cidade: a que sonha em assaltar nossos sonhos.
Como os colonizados de Frantz Fanon.
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Ilustração de Francisco Toledo, pintor mexicano
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Padre Gomes e o Río de la Plata...

Padre Antonio Gomes de Araújo. Meu professor e um dos maiores historiadores do Ceará, da escola de Capistrano de Abreu. Batina negra, com larga faixa a esconder um 38 duplo, segundo as más línguas. Temido – não só dos alunos – , um dia, em plena aula, caiu da cadeira. Ninguém ousou mexer-se. De súbito, levanta-se, aponta o indicador e sentencia:
-Agora, podem rir!
Numa de suas aulas, a temível inquirição, feita sempre de surpresa.
- Quem foi o descobridor do Rio da Prata?
Apesar de bom aluno de sua matéria, não sabia responder.
De pronto, um colega sopra:
-Juan Diaz Solis!
Salvei-me e nunca mais esqueci Juan Diaz Solis.
Às margens de Colonia del Sacramento, Uruguai, relembro o episódio.
E saboreio as Crônicas del Rio de La Plata, seleção e prólogo de Horacio Jorge Becco, publicadas pela Ayacucho, excelente biblioteca on line do governo bolivariano da Venezuela. E ali está o relato de Francisco Lopez de Gomara (1511-1560), “cronista da Índias”, que nunca esteve por estes lados, mas ouviu de outros os relatos que escreveu, entre os quais “o da empresa de conquista do Rio da Prata, em que o navegante Juan Diaz Solis encontrara uma terrível morte nas mãos dos índios no ano 1516”...
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terça-feira, 21 de julho de 2009


Hélio Jesuíno: Suíte Iconoclasta

Quisera estar no Rio para a exposição dos trabalhos de um grande artista plástico que aprecio: Hélio Jesuíno. A abertura da mostra Suíte Iconoclasta será no dia 3 de agosto próximo, na Academia Brasileira de Letras. Eikonoklástes é o que destrói imagens. É o que Hélio Jesuíno faz, a seu modo: demolindo fetiches acumulados nas gavetas de nossos cérebros intoxicados. Arte pensante, concebida para revirar nossos sentidos, aguçar nosso discernimento. ..
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sábado, 18 de julho de 2009

E mesmo assim continuamos escrevendo

Ronaldo Correia de Brito

É possível que de tanto repeti-la eu já tenha me apropriado da história de Lao Tsé e contado como se fosse minha. Freud se refere a essas apropriações, no Livro dos Sonhos. Ele escreve que uma paciente sua relatou durante uma sessão de psicanálise a história que ouvira de um amigo e, ao narrá-la, o fez como se falasse de si mesma. Freud escutou, elaborou, e também passou a contar a história como se fosse dele.
Dizem que o chinês Lao Tsé, que viveu no século VI antes de Cristo, abandonou a vida na corte quando completou quarenta anos de idade. Recolheu-se à floresta até os oitenta anos, e nesse tempo de ascese e meditação escreveu o Tao Te King, livro que é a base do pensamento e da educação chinesa, junto com as obras do filósofo Confúcio. Lao Tsé, fiel ao taoísmo que ensina que pelo não agir tudo é agido, entregou o seu manuscrito a um guarda de fronteira, nada falou sobre ele, nada recomendou, e foi embora. Por conta desse misterioso não fazer ou não interferir, que tudo realiza e resolve, o livro cumpriu seu destino, virou ensinamento para milhões de pessoas, e chegou até nós.
O contista mineiro Francisco Mendes, quando lhe narrei a lenda, perguntou-me quem é o nosso guarda de fronteira. A quem nós entregaremos os manuscritos ao abandonarmos a floresta? Eis a metáfora do escritor. Porque ninguém mais enche de silêncio o coração e contempla isento de desejos o incessante vaivém do mundo. O escritor busca comunicar-se com seu público. Uns de forma serena; outros, desvairados; correm atrás de quem os leia, ou escute, ou aplauda.
Ao mesmo tempo em que precisa do exercício silencioso da criação, de estar sozinho trabalhando, o mundo cobra cada dia mais que ele chegue ao limite de sua resistência, cumprindo uma maratona de conferências, entrevistas, artigos, uma exposição do corpo e da alma para ser visto, não esquecido, lido, cortejado. Já não existem florestas, nem guardas. Poucos sobrevivem ao novo enigma da esfinge: preserva-te e serás esquecido ou mostra-te e serás devorado.
O prazeroso ou atormentado exercício da escrita tem pouco a ver com o giro pelo mundo, à cata de leitores. Pouco a ver com a caça aos prêmios. São nuvens de palavras / meu tormento. / O peito em desejo, / sempre aberto: / fogo estranho que reluz / na noite escura / de São João da Cruz. / Nuvens: / rebanho de pensamentos. / Sopra do céu um vago lamento, / como um risco de luz, / na noite escura / de São João da Cruz*. Escreveu o poeta Everardo Norões, que escolheu o exílio dentro da poesia.
Os artistas que não assinaram suas obras, anônimos sem temor ao esquecimento, se ergueram às alturas sem desejos, e encheram de silêncio o coração. Talvez esses, talvez, tenham conhecido a alegria de criar pela mesma razão porque respiram, pulsam e amam. Criar para viver e viver para criar. E só. E tanto. Rolar dentro de si / como a pedra no poço. / Do arco do corpo / desencadear o sopro. / Avistar / onde o olhar não alcança: / ler os passos de Deus / dentro da dança*. Também escreveu Everardo Norões, de dentro do seu exílio.
Buscar uma medida exata do que significa a criação na arte. Há diferenças no fazer e no criar? Ou tudo é um mesmo esquecimento de si? O artista popular Raimundo Aniceto, da Banda Cabaçal dos Irmãos Aniceto, do Crato, no Ceará, deu-me uma lição que nunca esqueci.
Fui visitá-lo numa véspera da festa de Santo Antonio. Ele se arrumava para a noite que passaria sem dormir, tocando e dançando. A esposa cozinhava o jantar e o olhava de vez em quando, enternecida. Eu fazia perguntas sobre a música que ele tocava, sobre a dança, a história da banda. Vasculhava lá dentro dele para descobrir as pistas de um gênio do povo. Acredito que os meus elogios e as perguntas o incomodavam. Raimundo parecia indiferente à personificação do artista que eu traçava para ele. De repente, levantou-se da cadeira, me chamou, e eu acompanhei-o até um quarto de porta fechada. Ele abriu a porta e mostrou-me o interior do cômodo. Não compreendi. Pensei que me mostraria alguns instrumentos raros, que confeccionara e tocava. Não. Ele apontou sacos de arroz, feijão e milho empilhados uns sobre os outros. Eu plantei e colhi tudo isso, falou-me sorridente.
Bela lição que jamais esqueci. Todos os ofícios são sagrados, e o escritor não é mais que o padeiro, nem o carpinteiro, nem o pintor de paredes. Deus não prefere o músico ao pescador, como preferiu o Abel que pastorava ovelhas ao Caim que cultivava a terra. O sábio tudo realiza, e nada considera seu. Tudo faz, e não se apega à sua obra, escreveu Lao Tsé. Talvez por isso tenha deixado os seus originais nas mãos de um desconhecido, sem importar-se com o destino que teriam. O guarda não era um editor renomado, não programou lançamento, não traçou planos de mídia, não inscreveu o livro em concurso literário. E mesmo assim ele fez carreira, vive há dois mil e seiscentos anos.
Mas isso é uma lenda, e não existem guardas de fronteira como os antigos. O poeta busca a medida entre o ato solitário da criação, e o mundo que o ignora ou traga.

Dessoletro-me sozinho
Neste canto de sala.
O vulto vem e espreita.
Mais nada...
*

* Everardo Norões, no livro A Rua do Padre Inglês

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domingo, 12 de julho de 2009


A visita
(capítulo de novela)

Jorge Enrique Adoum


Bato à porta.
-Quem é, pergunto.
-Eu, respondo.
-Adiante, digo.
Eu entro.
Vejo-me como era há muito tempo.
Me espera o que sou agora.
Não sei qual dos dois está mais velho.



(Jorge Enrique Adoum (1926) é um dos mais importantes poetas do Equador. As ilustrações são de Oswaldo Guayasamín (1919-1999), artista plástico equatoriano de renome mundial)
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(Llamo a la puerta./-Quién es, pregunto./-Yo, contesto./-Adelante, digo/Yo entro./Me veo al que fui hace tiempo./Me espera el que soy ahora./No sé cuál de los dos está más viejo./

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Acertando no coração das trevas...

Numa entrevista a um canal de TV, o poeta e ensaísta Ivan Junqueira retomou na conversa um pouco daquilo que escreveu sobre Otto Maria Carpeaux no livro Cinzas do espólio, recentemente publicado. A entrevista motivou-me a ir à estante e a reler alguns escritos de Carpeaux. Entre eles, o que versa sobre a técnica do romance de Conrad.
Carpeaux começa o ensaio com uma citação do autor de Lord Jim: “ É a minha tarefa fazer ouvir as coisas ao leitor pelo poder da palavra escrita, fazê-lo ouvir, sentir e principalmente ver. Isto, e mais nada, mas é tudo”. Segundo ele, Conrad perseguia “infiltrar-se na nossa consciência”. E é isso o que conseguiu, até mesmo através de um filme (Apocalipse now), baseado em um de seus romances (O coração das trevas). Buscava fazer com que o leitor acreditasse naquilo que ele narrava, a ponto de quedar-se definitivamente impregnado pelos episódios do romance.
Ora, os romancistas eram ‘oniscientes’ e tinham, até então, outras técnicas. Os realistas-naturalistas, segundo Carpeaux, tudo descreviam com minuciosos detalhes (Balzac, Zola). Quanto a Flaubert, buscava o ‘mot juste’ (a palavra certa) e ensinou Maupassant a ‘ver’ uma árvore, em vez de descrevê-la detalhadamente. Pois o importante era descobrir o ‘pormenor significativo’, aquilo que Carpeaux denominou “a limitação objetiva do campo de observação”.
Conrad teve consciência das limitações de sua memória. Renunciou à tradicional ‘onisciência’ do romancista e por isso chegara à ‘raiz de sua técnica’. Suas histórias são narradas de forma fragmentada, através de um ‘intermediário’, como acontece com as histórias de nossas próprias vidas, que nunca são relatadas diretamente, nem de uma só vez, nem seguindo um fio linear.
Lido o ensaio chego à conclusão: em poucas linhas, a genialidade de Otto Maria Carpeaux ‘matou a charada’ de Conrad, um dos mais importantes mestres do romance. Acertou em cheio no 'coração das trevas'...
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sábado, 11 de julho de 2009


O SINAL

Adriano Espínola

(A Eduardo Portella)

São Francisco de Assis, ao atravessar a esquina,
junto com a multidão,
volta-se para o semáforo:
- Irmão Semáforo, fale-me do homem.

E a luz vermelha acendeu.
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(A ilustração da colagem é o São Francisco pregando, de Portinari)
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Porta de acesso a Joaquim Cardozo

Manoel Ricardo de Lima (*)

Foi publicado recentemente pela Nova Aguilar, numa parceria com a editora Massangana, na conhecida Série Brasileira da Biblioteca Luso-Brasileira, o volume intitulado Poesia completa e prosa de Joaquim Cardozo.
Um volume que aparece cercado por algumas discussões acerca dos créditos de organização, e que devem ser estendidas até o que aparece e não aparece no livro como indicação e lacuna, como serviço e falta etc. É fato que este volume cumpre um bom lugar de acesso, principalmente para a poesia e alguns textos esparsos sobre arte e arquitetura de Joaquim Cardozo, mas é fato também que, ao mesmo tempo, abre motivos de alerta para outras questões ausentes do seu trabalho aberto e amplo.
O começo da conversa toda está numa carta de João Cabral de Melo Neto para Clarice Lispector, datada de 08/12/1948, quando pede a ela que lhe ceda seu Coro de anjos para edição na Livro Inconsútil (aqueles pequenos livros que Cabral fazia em prensa manual). E avisa que vai enviar a ela a Antologia pernambucana que fez com poemas de Joaquim Cardozo. Diz: “Conhece V. a poesia de Cardozo? Soube que publicaram há pouco, no Rio, suas poesias completas, arrancadas do autor, que nunca publicara livro, e baseadas em textos 'fixados e estabelecidos' pelo poeta e por mim, quando estava no Rio (o poeta não tinha cópia de nenhum poema; e assim, meu trabalho foi: pedir aos amigos as versões que possuíam e submetê-las à memória do poeta que as corrigisse). Pois desses textos, num momento de añoranza da luz recifense, escolhi os mais diretamente pernambucanos e organizei-os numa antologia que tenho estado imprimindo. O próprio Cardozo não sabe de nada, nem da estrutura que dei ao livro (um tanto especial) nem do próprio livro. A ver se lhe agradará”.
O desejo de João Cabral em editar a poesia e todo o trabalho do também pernambucano Joaquim Cardozo tem a ver, diretamente, primeiro com a importância que atribuía a ele e depois como pauta do pensamento sofisticado e silencioso deste engenheiro calculista, poeta, dramaturgo, crítico de arte, de poesia e de arquitetura. Pensamento marcado por uma linha de variantes intensa que pode fazer o caráter institucionalizado e hierárquico das leituras já cumpridas do modernismo brasileiro se mover para outro lugar, mais longe e mais pantanoso, como o do esquecimento e o do deserto.
Num desvio de propósito, uma espécie de baixa sedução (seguindo Bataille), Joaquim Cardozo ajustava sua postura política a um gesto radical entre modesto e lúcido, como disse dele Oscar Niemeyer na Módulo, de 1961: “... o trato ameno e simples do homem inteligente – Cardozo é o brasileiro mais culto que conheço – incapaz de impor uma opinião com a intransigência das coisas irrefutáveis, apresentando-as sempre como sugestões pessoais, que julga justas e convenientes”. E acrescenta: “O homem simples que se situa, modesto e lúcido, diante do mundo transitório em que vivemos (...)”. Cabral sabia disso, por isso também manteve o desejo de publicação de uma espécie de obra completa de Cardozo até bem perto de morrer.
Este livro agora é, um pouco, o resultado disso. Os desdobramentos da preparação, do resultado e do projeto que ele parece traçar é que vêm carregados de alguns problemas. Tanto é que no dia 17 de junho deste ano, no Diário de Pernambuco, em matéria assinada por Thiago Correa, dá-se a ver uma teia conflituosa acerca da edição do livro, da organização e, principalmente, de algumas coisas que parecem muito localizadas.
Mas o dado é que em 2005, quando estive em Recife para recolher material de pesquisa sobre Joaquim Cardozo, encontrei Maria da Paz Ribeiro Dantas (pesquisadora e autora de três livros sobre o trabalho dele como poeta) e Everardo Norões (poeta que, naquele momento, concentrava esforços na organização deste volume). Morto João Cabral, a tarefa de organizar uma espécie de obra completa de Joaquim Cardozo caberia, num primeiro plano de ação, a Maria da Paz, tendo em vista a sua tarefa crítica cumprida até agora. Mas, ao mesmo tempo, a partir do esmero com que Everardo Norões cuidava do material recolhido entre várias pessoas, de Geraldo Santana a Paulo Brusky, da própria Maria da Paz a César Leal entre outros, a edição estava em boas mãos.
A questão é que o livro saiu como se não houvesse um organizador. O mínimo que se pode fazer como compromisso é, quando há um, dar-lhe o devido crédito. Ainda mais quando dentro do livro há um texto que lembra que há organizador: “Como podemos constatar neste livro, organizado pelo poeta e crítico Everardo Norões.”, diz Marco Lucchesi na apresentação da poesia de Joaquim Cardozo.
Depois, toda a parte do teatro de Joaquim Cardozo (seis peças) foi retirada do volume – porque constava dele antes – descolando uma importância fundamental à construção de seu pensamento e de sua poética (que é por onde arma o seu procedimento, dos poemas às peças, da crítica ao relato etc). Isto também terminou por reorientar o título do livro e o livro, não mais obra completa, mas poesia. Com isso perdeu-se também o rigor minucioso do texto de João Denys Araújo feito para este volume.
João Denys que já apresentara o teatro de Joaquim na pequena e charmosa edição de 2001 feita pela Fundação de Cultura Cidade do Recife em cinco volumes. Ainda, a parte relativa aos contos, ou relatos (textos muito mais próximos do testemunho, do comentário ou da anotação íntima e que não foram publicados em livro, mesmo que Joaquim idealizasse um conjunto), fixos assim apenas como contos podem incorrer no desajuste com a imprecisão ou com a necessidade conservadora de institucionalizar o impreciso ou de facilitar a linha mais tensa de um procedimento. Isto comparece numa solicitação, a de dar um lugar ao trabalho de Joaquim Cardozo. Lugar que ele mesmo preferiu marcar como “participação ausente”, para lembrar a expressão precisa que Carlos Drummond de Andrade usa no prefácio ao primeiro livro de poemas de Joaquim, em 1947. Tanto é que o primeiro texto de Joaquim Cardozo, “Astronomia Alegre”, publicado em 1913, um relato inacabado e fundamental para a compreensão de sua “luta cósmica” também não consta do volume.
Assim, do índice econômico até o desenho solicitante que atravessa alguns textos do livro, como o de “integrar” Joaquim Cardozo ao cânone do modernismo brasileiro, como o de reclamar uma atenção crítica que até então lhe foi ingrata ou um parentesco antecipador do concretismo etc, parecem remeter a um sintoma da necessidade de construção de um monumento. E Robert Musil nos lembra o descabido dessa condição, ao dizer que “não há nada no mundo tão invisível quanto os monumentos”. O trabalho de Joaquim Cardozo é um móbil incessante, tanto que ao lê-lo nessa clave comum de solicitação para o monumento se pode perder de vista alguma saída possível, alguma disposição para sair dessa mediocridade imperativa que tem assolado este tempo agora, este “tempo de alarme”. Ele mesmo disse: “Ninguém se lembrou que o silêncio pode ser uma energia ainda desconhecida e que sua concentração pode, ou se abafar inteiramente, ou explodir; (...). Ou mesmo, quem sabe, fora a própria materialização do silêncio. Se não a explosão, a implosão do silêncio.” (Publicado no caderno Idéias, do Jornal do Brasil, em 10/07/2009).

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*Escritor e professor de literatura. Autor de Quando todos os acidentes acontecem (7Letras), entre outros. Bolsista de Pos-Doc, CNPq, com pesquisa a partir de Joaquim Cardozo e Mário Faustino
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terça-feira, 7 de julho de 2009


Roberto Arlt e Fernando de Noronha


No dia 20 de março de 1937 foi publicado no jornal Tiempos presentes crônica do renomado escritor argentino Robert Arlt, intitulada Cuatro presidiarios a la deriva. Trata de quatro presos que se evadiram da ilha de Fernando de Noronha em jangadas improvisadas. O estilo inconfundível de Arlt monta o cenário e descreve a ilha a partir de fotografias: a desolação tropical e a “água azul tão quieta e resplandecente como um lago de mármore das Mil e uma noites”. O cronista não se preocupa muito em saber se a polícia brasileira encontrará um dia os supostos criminosos e até sugere ter por eles certa simpatia. Os presidiários chegariam um dia a essa “maravilhosa costa verde garrafa e alaranjada do Brasil”. A notícia transforma-se , como num passe de mágica, num texto da grande literatura. Para Arlt, a topografia de nosso litoral, eventual ponto de chegada dos fugitivos, é mais do que paisagem: é “dramática e circunspecta como convém a todas as terras onde a aventura só é possível mediante o auxílio do mistério”... En El paisaje en las nubes (Mexico: Fondo de Cultura Económica. 2009), reunião de suas crônicas no El Mundo (entre 1937 e 1942), o grande escritor argentino demonstra que a crônica nem sempre é um gênero subalterno.
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sábado, 4 de julho de 2009


Obra de Cardozo esquece organizador

Poesia completa e prosa, editada pela Nova Aguilar em parceria com a Massangana, chegou às livrarias sem os créditos do poeta Everardo Norões

Thiago Corrêa

O que deveria ser motivo de comemoração ganhou tons de polêmica nos bastidores literários da cidade.
A edição do volume Poesia completa e prosa, que reúne a obra do escritor pernambucano Joaquim Cardozo, editada pela Nova Aguilar em parceria com a Massangana, chegou às livrarias sem os créditos da organização do poeta Everardo Norões. Apesar dos cinco meses de trabalho na seleção dos textos, o nome de Norões só aparece na assinatura da introdução geral e da nota biográfica do livro."Fui contratado pela Nova Aguilar por indicação de Marco Lucchesi, tratei diretamente com Sebastião Lacerda (dono da editora). Como sabia que havia um projeto anterior, perguntei à editora se havia alguma pendência porque não gostaria de me meter no trabalho de ninguém", diz Norões. Através de um comunicado da assessoria de imprensa, a Nova Aguilar reconhece a falha e aponta que a organização de Norões "foi estranhamente suprimida pela editora da Fundação Joaquim Nabuco, a Massangana".
A Nova Aguilar relata que as razões para a omissão ainda não foram esclarecidas, mas que pode ter ocorrido por problemas na gráfica. "Acabaram pedindo para abrir os arquivos - e aí então desapareceu o nome do Everardo da folha de rosto e da sobrecapa. E na ficha catalográfica - feita por eles - o nome também não foi incluído", explica o comunicado.Na nota editorial assinada por Mário Hélio, coordenador-geral da Massangana, ele explica que a ideia de reunir as obras de Joaquim Cardozo surgiu há 14 anos. Na nota, ele analisa a edição, fala sobre a importância da reunião dos escritos e reconhece o esforço de várias pessoas que se dedicaram ao estudo e à organização da obra de Cardozo, como César Leal e Maria da Paz Ribeiro Dantas.
Mas ao longo de 25 páginas, em nenhum momento ele cita o nome de Everardo Norões. Coindicidência ou não, na nota há a seguinte passagem na página XIII: "Publicar um poeta da grandeza de Cardozo é algo tão honroso que importa menos quem o faz e mais como o consegue fazer".
Procurado pelo Diario, Mário Hélio informou que a responsabilidade editorial era da Nova Aguilar, bem como o acompanhamento da impressão. "Foi um erro de gráfica, da editora (Massangana) jamais. Não interferimos editorialmente, já que se trata de uma coleção da Nova Aguilar. Fiz o texto introdutório a pedido de Sebastião, porque eu já tinha uma história com o projeto", revela o coordenador da Massangana. "Everardo teria que aparecer nos créditos. É uma pena que os livros hoje em dia não tenham erratas", completa.
Mário Hélio lamentou a omissão de Norões no crédito e também atribui a falha a problemas técnicos enfrentados na gráfica, no caso, a Brascolor. "A impressão foi um processo tumultuado, vários ajustes de produção industrial precisaram ser feitos para imprimir os poemas visuais de Cardozo", lembra o coordenador da Massangana."A gente só fez executar o arquivo enviado pela Massangana. Fizemos uma impressão e mandamos para a aprovação das editoras. Inclusive foi preciso fazer uma reimpressão, porque a Massangana achou vários erros que não tinham sido corrigidos antes", recorda Reinaldo Azevedo, diretor industrial da Brascolor. A edição de Poesia completa e prosa de Joaquim Cardozo teve uma tiragem de 2 mil cópias. Caso haja novas impressões, a Nova Aguilar assegurou que a omissão será corrigida. (Diario de Pernambuco 17.06.2009)
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http://www.diariodepernambuco.com.br/2009/06/17/viver13_0.asp
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São sempre linhas
as paisagens,
a cortarem geometricamente
nossas rotinas.
As curvas senoidais
das serras,
as retas dormentes
das planícies.
E nós:
pequenos pontos
num papel rasgado.
...